La obesidad infantil se puede
definir como el exceso de grasa corporal en los niños, siendo además la
traducción biológica del desequilibrio, a nivel individual, entre el consumo y
gasto de energía. A nivel social, traduce la predominancia de un entorno
ambiental que favorece el desarrollo de la obesidad, conocido también como
“entorno obesogénico”.
Debemos considerar que la
“historia natural” de la obesidad infantil se inicia con la concepción. El
individuo se forma con una carga genética que puede hacerlo susceptible o no a
la obesidad (programación genética); luego en el embarazo si ocurre una
nutrición excesiva o deficiente, tabaquismo o diabetes gestacional, se genera
una huella metabólica que predispone al individuo a acumular exceso de grasa
(programación fetal).
Cuando el niño nace, existen
factores postnatales que pueden determinar la obesidad a futuro; entre ellos se
encuentran el elevado aumento de peso en etapas tempranas, conocido como el
“salto de centiles”, y el abandono de la lactancia materna (programación
postnatal).
Más adelante, cuando el niño debe
aprender a alimentarse, los padres nos preocupamos por enseñarles a “comer”, es
decir ponemos énfasis en la acción mecánica de triturar y deglutir, dejando el
aspecto medular de formar hábitos alimentarios adecuado (tales como ¿qué
comer?, ¿cuánto comer?, ¿cuándo comer?, ¿dónde comer?, ¿con quién comer?) a la publicidad
vía televisión, radio, prensa, internet, mercadeo social o los encargados del
cuidado del niño.
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- Créditos de imagen: Kevin Krejci via Foter.com / CC BY
Los niños también aprenden
mediante el ejemplo de otros niños o pasivamente del mal ejemplo que podemos
brindar los padres. Esta mezcla de modelos y paradigmas configuran los
criterios bajo los cuales el niño elegirá que alimentos consumirá, en qué
cantidad los alimentos y cómo los consumirá (programación conductual).
Todo este potencial o programación
temprana a la obesidad requiere un ambiente favorable para acumular grasa, pues
de lo contrario no podría expresarse o lo haría en menor magnitud. En las
últimas décadas, vemos una mayor disponibilidad de alimentos concentrados en
azúcares, grasa y sal, así como condiciones que favorecen una menor actividad
física: pocos espacios para realizar deporte, insuficientes contenidos en la
curricula escolar, inseguridad
ciudadana, aumento de medios de transporte, etc. En suma, estos factores constituyen
un ambiente obesogénico que facilita la expresión de todos los riesgos
tempranos de obesidad.
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- Créditos de imagen: Nestlé via Foter.com / CC BY-NC-ND
Bajo esa mirada, la
responsabilidad de la obesidad infantil no es sólo individual, sino también a nivel
de familia y sociedad; dado que tienen un rol que cumplir para restaurar el
equilibrio a nivel individual y social. Esto contribuiría a reducir las cifras
actuales de prevalencia de obesidad y enfermedades crónicas relacionadas. Algunos
aspectos a considerar podrían ser:
El individuo: Debemos conocer si tenemos
susceptibilidad a la obesidad o a enfermedades crónicas no transmisibles relacionadas
a obesidad (diabetes, hipertensión, cáncer, enfermedades cardiovasculares,
etc.) y buscar información sobre cómo alimentarnos, realizar actividad física y
desarrollar un modo de vida saludable. Dado que los niños interiorizan el
concepto de cuidado y salud a partir de los 7 años, debemos motivar la elección
de alimentos saludables y una vida activa a partir de la formación escolar.
Los padres y la familia: Cuidando el
embarazo, para que la madre reciba una nutrición adecuada y evite el hábito de
fumar, luego vigilando el crecimiento del niño durante la primera infancia y brindando
lactancia materna: exclusiva y continuada. También debemos asumir el rol de
educadores en un sentido amplio: desarrollando hábitos alimentarios y de
actividad física en los niños con la misma preocupación con que les enseñamos a
usar el baño o lavarse los dientes. Para este rol, los padres debemos buscar
información, recibir apoyo del personal de salud e invertir el tiempo necesario
en la infancia para enseñar a nuestros hijos y que en el futuro este esfuerzo
se refleje con creces en su salud y bienestar.
La sociedad: Desde el gobierno, incorporando
políticas públicas, brindando información clara y oportuna a los padres y niños
sobre alimentos naturales y envasados, educando sobre hábitos de alimentación
saludable y vida activa, y garantizando una currícula escolar adecuada, espacios
seguros e infraestructura para realizar actividad física.
Finalmente, a nivel de industria es
importante brindar información sobre los alimentos ofertados, fomentar modos de
vida saludable y promover el desarrollo de productos innovadores que contribuyan
a mejorar la salud y el bienestar de la población; generando así mayor valor
agregado a sus productos a partir del concepto de alimentos saludables.
Excelente nota, es una tarea compartida
ResponderEliminarEste tipo de nota podría gestionarse con las redes virtuales del sector educación, incluso a través de un piloto medir el uso de ello por los educandos y si alguien se anima medir el antes y el impacto de aqui a algun tiempo, planteo el reto.
ResponderEliminarBuena información a compartirlo!!!
ResponderEliminarInteresante información que debería ser compartida con el,sector educación con énfasis en los primeros grados. Felicitaciones.
ResponderEliminarBuenos días, y de acuerdo con lo expuesto. Sobre todo con el hecho de cómo se perpetúa los hábitos que generan obesidad y lo acostumbrados que estamos a ver como algo normal tener "un poco de exceso" de peso, así como de comer "bien" (cuando en realidad es en abundancia). Gran tarea para los nutricionistas, y nos toca mucho aprender de empresas cómo lograr "cautivar" (más que convencer) a la población, en términos de preferencias alimentarias para una alimentación saludable.
ResponderEliminarMaravilloso post, que has compartido aquí sobre marketing social. Su publicación es muy informativa y me gustó su forma de compartir sus conocimientos aquí con la ayuda de una buena presentación. Agencia de publicidad digital en Querétaro
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